La
dualidad castigo recompensa, se presenta como la base y el principio
mismo de la acción de educación y control que el humano ejerce
sobre el perro.
Para
la mayoría de los propietarios, la educación de un perro consiste
en reprimir algunos comportamientos indeseables y recompensar sus
intentos de acercarse a lo que desea. Sin embargo, no se debe reducir
esas operaciones educativas a manifestaciones impulsivas difíciles
de controlar, ya que castigo y recompensa tienen características
psicofisiológicas precisas.
Psicología
y Aprendizaje
Cuando
la psicología experimental definió las diferentes vías del
aprendizaje propuso la noción de refuerzo. Éste corresponde a la
aparición de una estimulación después de que el animal haya
adquirido un nuevo comportamiento, estimulación que ejercerá una
influencia sobre la probabilidad de reaparición de aquel
comportamiento.
Cuando
la estimulación resulte agradable al perro, el comportamiento se
verá reforzado y a partir de entonces formará parte del repertorio
comportamental del animal: éste lo habrá aprendido. Ese refuerzo
positivo (estimulación agradable) es una recompensa. En cambio, si
la estimulación es desagradable, rápidamente impedirá la
reaparición del nuevo comportamiento; en ese caso se habla de
refuerzo negativo o de condicionamiento adverso. El refuerzo negativo
es un castigo.
Eficacia
de los Castigos y las Recompensas
Los
trabajos de los psicólogos nos han permitido definir las
características de los castigos y las recompensas.
El
primer criterio de la eficacia de una castigo o una recompensa radica
en la realidad de su carácter desagradable o positivo para el perro
sobre el que se ejercen. En otras palabras, la principal dificultad
consiste en apreciar la cualidad punitiva o gratificante de una
estimulación.
Cuando
el propietario de un perro que se ha orinado en el suelo de su casa,
decide castigar al perro metiéndole la nariz en la orina, está
convencido de que le inflige una sanción humillante y repugnante.
Sin embargo, el estudio del comportamiento de la especia canina
permite saber que al perro no le produce asco su orina, sino que le
atrae e incluso la absorbería; por consiguiente, meter la nariz del
perro en la orina no constituye un castigo, y es un maltrato al
animal.
Del
mismo modo, recompensar al perro implica que se conozcan los
elementos susceptibles de satisfacerle, el deseo de conseguir de
nuevo la recompensa ha de ser lo bastante fuerte para motivar la
aparición del comportamiento que le está asociado.
El
segundo parámetro fundamental es de carácter temporal; por una
parte interviene el tiempo transcurrido entre el comportamiento
buscado por la operación educativa y el refuerzo positivo o
negativo, y, por otra, la repetitividad. Ahí se encuentran las
reglas más importantes que se han de conocer, pues su transgresión
anularía el efecto del castigo o de la recompensa y hasta podría
invertirlo.
Es
fundamental saber que el castigo debe ser aplicado inmediatamente
despues de la acción que se quiere prohibir. Sancionar un
comportamiento varios minutos y hasta varias horas después no tiene
más efecto que el de poner al perro en una situación que éste es
incapaz de interpretar y que puede hacerse ansiógena si se reproduce
demasiado a menudo.
Algunos
adiestradores, sin embargo que parece y se creen que consiguen
resultados con castigos diferidos, pero esta técnica, mal codificada
y que nunca se ha estudiado en serio, es desaconsejable hoy por hoy,
pues no hay garantías de que siempre se vea coronada por el éxito,
y sobre todo por el bien del perro.
En
cuanto a la recompensa, no tiene por qué ser consecutiva a la
consecuencia comportamental que se intenta reforzar. Desde luego que
debe estarle muy asociada pero lo importante es que no sea repetitiva
ni durante el aprendizaje ni después; aunque en los primeros
momentos del refuerzo es importante que cada buena respuesta del
animal tenga su recompensa, después habrá que modificar esa
relación.
En
efecto, se ha constatado que el refuerzo sistemático anula
progresivamente el comportamiento aprendido pues, como se sabe, la
banalización de la recompensa disminuye la motivación.
Tan
pronto como parezca que el nuevo comportamiento ha sido asimilado,
será necesario distribuir las recompensas de manera aleatoria,
llevando a cabo lo que se llama un refuerzo intermitente. Esta
técnica tiene como efecto consolidar notablemente el aprendizaje y
que éste proporcione mejores resultados.
La
Teoría En La Práctica
La
Recompensa
En
primer lugar conviene insistir en la diferencia entre recompensa e
incentivo. La recompensa no es visible o en todo caso, no le es
directamente accesible al perro hasta que éste haya tenido el
comportamiento deseado. El incentivo sí que está disponible de
inmediato y el perro no puede saber qué comportamiento le ha
permitido conseguirlo.
Hay
muchas personas que al no conseguir que el perro acuda cuando lo
llaman, le muestran comida para atraerlo. No cabe duda que en tales
condiciones el perro acudirá salvo que éste presente otra
estimulación más motivadora (una perra en celo, por ejemplo), pero,
después, sólo reproduciría aquel comportamiento si ve la comida,
que en este caso tiene una función de incentivo. En tal supuesto,
recompensar consistirá en darle una golosina cualquiera cuando el
perro haya respondido a la llamada y acuda.
Así,
pues, recompensar al perro es encontrar una estimulación que le
resulte gratificante. Una golosina y el contacto físico con el dueño
son dos ejemplos de recompensa particularmente evidentes y simples.
A
resaltar que las caricias deben ser muy marcadas, casi caricaturescas
incluso, al principio del aprendizaje; el dueño ha de abrazar al
perro y manifestar muy fuertemente su alegría jugando con la
entonación de la voz para que el perro se entere de que está
contento.
El
Castigo
Ante
todo conviene resaltar, que al perro nunca se le puede pegar, la mano
que le acaricia y le premia no puede castigarle con agresión, nunca
debe tocar al perro para un castigo. Simplemente con una voz
diferente de enfado y el NO,
seguidamente de alejarnos de el o no hacerle caso, será suficiente
como castigo, o terminar el juego con el.
Si
el perro se tumba y presenta el vientre, mostrando sumisión, se
deberá dar por terminada la corrección. Hay que enseñarle a
asociar la palabra corta del NO
como un castigo, siempre sin tocar al perro.
Recuerde
siempre que los aprendizajes positivos (por recompensa) son más
sólidos que los aprendizajes represivos (por castigo). De modo que
es preferible enseñar al perro lo que se quiere que haga en vez de
esperar a que haya cometido un error para reprenderlo.
Si
desea recibir clases de adiestramiento canino en positivo, cognitivo
emocional, modificación de conducta o una educación básica, puede
escribirnos al correo; psicolmascot@gmail.com
Por:
Erik Farina (Etólogo Canino)
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