Genealogía
del Perro
El perro
es un animal carnívoro tal como indican sus cuatro dientes
carniceros, diseñados para hincarse profundamente en la carne de las
presas. Se cree que los carnívoros aparecieron hace entre 54 y 38
millones de años, como respuesta a ciertos cambios climáticos y
medioambientales. Probablemente, el antepasado más antiguo del perro
fue un creodonte (carnivoro de reducidas dimensiones) de aspecto
similar al de un hurón denominado Miacis, que vivía sobre los
árboles durante el Paleoceno (Pleógeno).
Hace
entre 38 y 26 millones de años, el Miacis fue poco a poco
reemplazado por varias especies de cánidos (animales de la familia
del perro), entre los que se incluía el Hesperocyon. Éste, que
vivía en lo que actualmente llamamos Norteamérica, poseía un oído
interno muy similar al de los cánidos actuales, lo cual confirma su
vínculo evolutivo. A pertir de esta criatura evolucionó el
Cynodictis, de aspecto más similar al del perro, una especie que se
extendió por numerosas zonas del planeta.
Hacia el
final del Mioceno, hace unos 12 millones de años, aparecieron 42
nuevas especies de cánidos, una de las cuales, el Tomarctus, tenía
el morro largo, el cerebro muy grande y una complexión muy similar a
la del perro moderno, así como una dentadura muy parecida. De este
cánido proceden en última instancia todas las actuales razas
caninas.
Evolución
de la Especie
Se han
propuesto diversas teorías para explicar el origen del perro,
algunas de las cuales lo hacían descender directamente del lobo,
mientras que otras aseguraban que su antepasado directo era el zorro
o el chacal. Tanto el perro doméstico como el lobo y el chacal
pertenecen a la familia de los cánidos.
El
parentesco de estas tres especies, así como el hecho de que puedan
procrear entre sí, hizo que se especulara con la posibilidad de que
el perro fuese producto de un cruce de lobo y chacal. Los científicos
modernos consideran, no obstante, que el antepasado directo del perro
es el Canis Lupus Pallipes, una variedad de lobo gris que aún existe
en la actualidad en la India y en el Oriente Medio.
El
Perro y el Humano
La
asociación entre perros y humanos es muy antigua. Ya en la pintura
rupestre aparecen perros cazando junto con los humanos, y los huesos
hallados en asentamientos muy primitivos revelan que el perro y el
humano convivían 15.000 años como mínimo. Sin embargo, no parece
probable que desde el primer momento humano y canes hayan sido amigos
y camaradas. Por el contrario, las relaciones entre ambas especies
debieron de ser al principio mucho menos idílicas de lo que podría
imaginarse.
Aunque
nadie duda de que el lobo sea el antepasdo directo del perro, una
cosa es que los genes de éste hayan podido dar lugar a razas tan
diversas como las de los perros actuales, y otra muy distinta a que
el hombre haya sido capaz de domesticar de buenas a primeras a un
lobo adulto, al fin y al cabo un predador salvaje que vivía
integrado en la manada.
Y
tampoco parece muy probable que el hombre robase cachorros de lobezno
de su cubil, los trasladase a su casa y éstos se transformaran de
manera automática en animales domésticos, ya que con el tiempo los
lobeznos llegarían a ser lobos adultos y acabarían comportándose
igualmente conforme a sus instintos naturales de predador.
Lo más
probable es que se produjese una mutación genética en el lobo más
o menos en la época en que el hombre estaba pasando de cazador
nómada a sedentario, responsable del infantilismo de algunos lobos,
que habrían visto detenida su evolución hacia el estado de predador
adulto entre los cuatro y los seis meses de edad.
EL
Origen de la Domesticación
Los
desechos de comida que se acumulaban alrededor de los asentamientos
humanos se convertirían en un magnífico recurso para los lobos
menos desconfiados con el humano, los cuales encontrarían un
alimento más seguro, cómodo y abundante que sus compañeros
rebuscando simplemente entre los restos.
Estos
lobos infantilizados, a su vez, debieron de constituir una fuente
suplementaria de proteínas para el humano a medida que éste iba
abandonando sus hábitos de caza para convertirse poco a poco en
agricultor.
Por esta
razón toleraría que los lobos más mansos merodeasen en busca de
carroña y conocería perfectamente qué ejemplares producían las
crías más robustas. Con el tiempo, estos lobos estancados en la
adolescencia acabarían viviendo en los propios poblados. Y éste
habría sido el primer paso de la domesticación.
Cuando
los humanos empezaron a cultivar vegetales, a regresar al punto de
origen tras las partidas de caza y a capturar ganado vivo,
descubrirían en algunos de estos lobos unas cualidades muy útiles.
Algunos, los más infantiles y juguetones, habrían perdido por
completo sus instintos de caza y posesión, y resultarían
particularmente aptos para guardar los rebaños. Otros destacarían
por ser especialmente posesivos, y el hombre fomentaría este rasgo
de su carácter si necesitaba ayuda para cobrar piezas cazadas.
El
humano habría entonces conservado y criado aquellos ejemplares que
le resultaban útiles, y habría matado, devorado o ahuyentado a
todos los demás. Al principio, el humano habría criado perros para
que lo ayudase en la caza o le protegieran a él y a sus bienes, como
muestran las razas caninas más antiguas (Molosos, Lebreles, Bracos y
perros Pastor). Por aquel entonces, y durante muchos milenios, al ser
humano le importaba bien poco el aspecto externo del perro, ya que
únicamente le interesaba su utilidad como animal de trabajo.
La
evolución de la humanidad traería consigo la progresiva
popularización del perro, y su dispersión por diferentes partes del
mundo, probablemente a través de las rutas comerciales. Los perros
serían valorados como animales de trabajo en todas partes, pero
probablemente el aspecto de un perro de pastor en cierta parte del
mundo diferiría mucho del otro perro de pastor utilizando en un
punto distinto del planeta.
El tipo
de trabajo realizado por el perro, en cambio, sí se reflejaría en
el aspecto del perro. Los perros fornidos y corpulentos como el
Mastín resultarían especialmente adecuados para cazar en el bosque,
mientras los más ágiles y ligeros, como los Collies y Lebreles,
resultarían muy útiles para perseguir, acorralar o levantar la caza
en terreno abierto.
El
aspecto del perro fue evolucionando a medida que se modificaban sus
hábitos de conducta. El humano no comenzó a criar perros únicamente
por su aspecto externo hasta el siglo XX.
Etólogo
Canino: doctorleuka@gmail.com
Centro
Veterinario Leuka
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